Samuel Jové tenía tres años cuando les dijo a sus padres que quería ser mago. Ellos pensaron que, como les pasa a casi todos los niños, estaba deslumbrado por los trucos de la magia y la habilidad de desaparecer cosas. Sin embargo, pronto Samu —su nombre artístico y como le gusta que lo llamen— se encargó de demostrarles que era algo más que eso lo que realmente le gustaba.

Por Ileana Delgado Castro
Periodista de Estilos de Vida
ileana.delgado@gfrmedia.com

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